Columnistas
Por EditorDesafíos de un futuro urbano sostenible
Opinión de Daniel Schmidt, Decano Facultad de Arquitectura Universidad Autónoma de Chile.
En 1950 Chile tenía un 60% de población urbana. Hoy un 85% de los chilenos vive en centros poblados. Las personas prefieren, por las razones que sea, vivir en ciudades y la presión demográfica que se ejerce sobre ellas impone grandes desafíos.
La concentración urbana implica también la necesidad de concentración de requerimientos energéticos, de alimentos, de recursos materiales, de servicios, y de residuos no solo provenientes de la operación de las ciudades, sino, también de la construcción de la infraestructura necesaria para su crecimiento.
Este fenómeno, además, no es homogéneo dentro de las ciudades. Encontramos zonas más y menos desarrolladas y la segregación urbana, en menor o mayor grado es una realidad que no escapa a ninguna urbe a nivel mundial. También podemos evidenciar ciclos en donde las ciudades logran economías locales que sustentan su desarrollo y se vuelven lugares de interés para vivir e invertir y luego entran en fases de recesión y deterioro. Muchas ciudades a nivel mundial han experimentado un decrecimiento en la población, sus habitantes migran a otros centros urbanos dejando infraestructura vacante y una población empobrecida. ¿Es posible gestionar y planificar ciudades menos segregadas y fomentar una actividad socioeconómica resiliente que sustente una vida urbana de calidad y permita un desarrollo equitativo?
El cambio climático es otro factor relevante. Las islas calor, el racionamiento del acceso al agua y a la energía y los posibles futuros brotes epidemiológicos nos obligan a pensar en ciudades capaces de enfrentar de manera proactiva las externalidades previsibles de la masiva urbanización. ¿Podemos diseñar ciudades donde los límites entre lo natural y lo construido se disuelvan, donde la convivencia con lo natural no sea sinónimo de salir de la ciudad, que sean hábitats resilientes y capaces de entregar calidad de vida?
Finalmente, en un país tan centralizado como el nuestro, cabe reflexionar con respecto a la forma en que las ciudades deben administrarse y el cómo aprovechar las tecnologías y la conectividad de la que hoy disponemos para realizar una gestión urbana basada en información.
Quizás el mayor desafío de todos sea este, la necesidad de adaptar nuestra decimonónica estructura de gobernanza para empoderar a las localidades y que estas, dentro de un marco de acción nacional, tengan las herramientas y la autonomía necesarias para enfrentar, con pertinencia territorial, los desafíos globales que estos concentradores de vida humana llamados ciudades, tienen por delante.
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