Columnistas
Empresas con propósito, desarrollo social desde la infancia

Opinión de Natalia Femenías Navea, Gerente Centro de Desarrollo Empresarial de la Asociación de Industriales de Antofagasta.
La formación profesional de las personas no tiene sus inicios en las aulas universitarias ni en los centros de formación técnica. Inicia mucho antes, en los primeros años de vida, cuando se construyen las bases del desarrollo cognitivo, emocional y social. Es en esta etapa temprana donde el cimiento de conocimiento, aptitudes y talento cobra gran valor, así como la colaboración entre la familia, el sector educativo, comunidad y, por cierto, el sector privado adquiere un valor estratégico.
En la Región de Antofagasta, ese compromiso ha comenzado a traducirse en acciones concretas. Diversas empresas han optado por mirar más allá de sus operaciones productivas, comprendiendo que el verdadero desarrollo sostenible implica tener una responsabilidad con la formación del capital humano del presente y futuro, desde sus inicios. Por eso, han adoptado un enfoque que supera la tradicional responsabilidad social, participando activamente en programas que apoyan la infancia y la educación con una visión de largo plazo.
Un ejemplo de ello son las iniciativas lideradas por la Asociación de Industriales de Antofagasta, como Jugando a ser Minera y Minero o la fiesta lúdico pedagógica Los Niños son Nuestro Norte, que fomentan desde los primeros años el desarrollo de competencias cognitivas y prácticas de nuestros niños y niñas. Estas experiencias se complementan con el Programa Construyendo Valor Social, que ha certificado a más de 2.000 agentes educativos en la región, fortaleciendo sus competencias para impactar positivamente en el entorno educativo; apuesta que este 2025 cuenta con el respaldo de 24 empresas comprometidas con el desarrollo social, que impactará positivamente en las nueve comunas de la región. Todo lo anterior enmarcado en el Plan Estratégico de Educación Inicial, PEDEI, de nuestro gremio.
A esta red de colaboración se suman los Colegios Técnico Industrial Don Bosco de Antofagasta y Calama, que hoy forman a más de 2.300 estudiantes. Estos establecimientos, resultado del trabajo conjunto entre el mundo público, privado y la sociedad civil, representan oportunidades reales de crecimiento para jóvenes de la región. Son ejemplos palpables de una apuesta compartida por el futuro. ¿Puede haber una inversión más trascendente que aquella que impulsa el desarrollo integral desde la primera infancia?
Estas acciones no obedecen a una obligación impuesta, sino a una convicción profunda: el crecimiento económico debe ir de la mano con el desarrollo humano y el valor social. Las empresas que invierten en educación colaboran en la construcción de comunidades más cohesionadas, resilientes y preparadas para los desafíos de un mundo en constante cambio.
Su compromiso se traduce en la generación de entornos seguros, estimulantes y repletos de oportunidades para las nuevas generaciones.
“No hay transformación social sin transformación en la manera en que convivimos, y no hay convivencia que no se funda en el respeto, el amor y la colaboración”. Palabras de Humberto Maturana, biólogo, filósofo y Premio Nacional de Ciencias, que nos evocan la convicción de apostar por el ser humano, priorizando que el desarrollo óptimo inicia en la infancia, cuando sembramos dignidad, afecto y estímulo en cada niño y niña.
Somos testigos que las empresas que se comprometen con esta acción, trascienden su rol económico para convertirse en verdaderos agentes de cambio social. Son actores que siembran y nutren, desde la base, un futuro donde el progreso se construye en el territorio y se sostiene con el valor de nuestra gente.
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